Ella ya se encuentra aquí.
Me doy por vencida.
Ya está dentro de la casa, puedo escucharla arañar las paredes con sus largas y deformes uñas, sus pasos son fuertes y firmes pero lentos, se está tomando su tiempo, quiere hacerme sufrir hasta el último momento, pero ya no me importa, estoy cansada.
Los últimos meses han sido una pesadilla; noche tras noche ella viene y recorre la casa, araña las paredes, golpea las puertas y destroza los muebles. Todos piensan que me estoy volviendo loca, y tienen razón, pero no por lo que ellos creen, nadie sabe de ella, de esa cosa. Primero pensé que tenía que ver con la casa, que ella estaba arraigada a esta casa a la cual me mudé hace poco, pero no. He dormido fuera, en hoteles, departamentos, con familiares o amigos y ella me sigue a donde vaya, ella no está atada a esta casa, ella está atada a mí. Desde que murió mi madre hace 7 años, desde su último aliento con vida, desde que sus ojos dejaron de brillar y se sumergieron en la negrura de la muerte comencé a escuchar cosas, a ver cosas que no deberían estar ahí y todo empeoró, durante mucho tiempo pensé que mi cabeza comenzaba a fallarme y luego, esa cosa fue apareciendo poco a poco, todo cambió cuando la muerte entró a mi vida. Fui ingenua, pero esta noche se termina todo, esta noche voy a morir.
Ya se encuentra en la sala, ha pasado la cocina, pronto comenzará a subir las escaleras, me queda poco tiempo. Estoy sentada al borde de la cama en mi habitación, el reloj marca las 2:45 de la mañana, ya no tengo control sobre mi cuerpo, no he dejado de temblar desde que la escuché, no he dejado de sudar. Siento como la poca comida que me llevé al estómago durante el día recorre mi pecho hasta mi garganta, dejando una estela ácida en el camino hacia mi boca, lo expulso todo. No quiero desmayarme, por favor no quiero, quiero verla, tengo que verla, tengo que ver a esa cosa que va a terminar con mi vida. Durante los últimos días he pensado en este momento, solo en este momento, ya dejé de ir al trabajo, dejé de ver a mis amigos, dejé de dormir, solo he pensado en este instante y no voy a desmayarme. La muerte ha rondado mi cabeza, no puedo pensar en otra cosa, no quiero pensar en otra cosa.
¿Cómo será? ¿Cómo será ser libre? ¿Podré ver a mi madre? ¿Podré reunirme con ella y abrazarla de nuevo? Dios, la extraño tanto, te extraño tanto, mamá. O tal vez todo se vuelva oscuridad, sí, eso, a lo mejor todo se apaga, dejó de existir y mi cuerpo se pudrirá en esta habitación. O a lo mejor veo la luz, sí, tal vez eso ocurra, tal vez sienta mucho dolor y luego mucha paz, me envuelva una cálida luz y encuentre el descanso. O tal vez regresé a otra época a otro tiempo, en otro cuerpo.
Ya está subiendo las escaleras, la escucho, araña con ambas manos el pequeño pasillo que da hacia mi cuarto.
Siento que me va a explotar el pecho, voy a vomitar el corazón.
O tal vez no suceda nada de eso, tal vez, tal vez me invadan las sombras, tal vez mis paredes se llenen con rostros, los rostros de los muertos que vienen por mí, cientos de rostros en el techo, en el piso, en las paredes, aullando, gritando, llorando por siempre en la oscuridad, llamándome para que me les una, me atraparan, me arrancaran la cara y la pondrán junto a ellos y yo también aullare sintiendo el frío de la muerte, un abismo al cual me voy a precipitar para siempre.
No sería libre, no, no, no, la muerte tiene que ser libertad, no una prisión.
Mi habitación aumenta de tamaño, las paredes se recorren, me huyen, la cama se extiende y yo me vuelvo pequeña, insignificante, el techo se alarga hasta el cielo y la puerta de mi cuarto por fin se abre como si se tratara de un vórtice que se prepara para tragarse la realidad.
Y por fin la veo, es espantosa. Sin quererlo mi cuerpo cae y aterriza sobre mi suciedad y ella comienza a caminar hacia mí, lento muy lento. Está desnuda, tiene dos grandes cicatrices en su plano pecho, los brazos como huesos, las manos enormes y deformes, uñas tan largas que llegan al piso y las arrastra, piernas gordas y llenas de hematomas, tiene muchos pies, negros y sin uñas, tiene largos pero escasos mechones de pelo, la mayor parte de su cabeza no tiene cabello, tampoco tiene rostro, no hay nada más que piel en su cara, pero su estómago, oh dios mío, su estómago hinchado contiene un rostro, su cara está en su estómago y sus ojos están clavados en mí.
Me toma de la cara y poco a poco, con mucho cuidado, de manera muy minuciosa comienza a quitarme la piel. Se que estoy gritando, pero no puedo escucharme, no siento nada, no siento dolor, gracias. Sí, una luz, veo una luz, se siente cálida, no me siento sola, veo algo en la luz, es un rostro, está aullando.
Y de pronto, puedo escucharme gritar.