Sombras y colmillos.
—Estás mamando ¿verdad? —Cynthia le dio un trago a su cerveza tratando de evitar escupirla por los ataques de risa que ha tenido desde que comenzó su plática con Diego.
—Te lo juro wey, sabe qué pedo con la banda. Ese tipo andaba mal —Diego prendió un cigarro y destapó una cerveza, a pesar de la mala experiencia que había tenido, se encontraba animado.
—Pero ¿en serio? O sea ¿el tipo comenzó a olerte? ¿así tal cual?
—Así tal cual, te lo juro Cynthia, ya sabes que yo no digo mamadas, las cosas tal y cómo fueron. —Diego le ofreció un cigarro a Cinthya mientras comentaba aquello.
—Gracias —Cynthia se tomó una pausa, tomó el cigarro que le ofreció Diego, lo encendió y comenzó a fumar, la habitación al poco tiempo se llenó de humo—. Sí cabrón, contigo cero mamadas, cómo no, señor, ¿Si ubicas que ya llevamos un año siendo roomies?
—Tsss ¿Ya un año? No me chingues, bueno, una que otra mentira piadosa de mi parte, pero es todo, no me ando con mamadas y en está ocasión tampoco me ando con una.
—Ándale pues —Cynthia emitió una risotada que intimidó a Diego.
—Pinche morra llevada.
—Ya pues wey, a ver, termina de contar que mañana me tengo que levantar temprano por la chamba, y tú también.
—La escuela me la pela, pero bueno, vamos viendo ¿Dónde me quedé? Ah sí, bueno, este cabrón me comenzó a seguir después de que me bajé del camión y la neta me dio culo en un principio, pensé que me iba a asaltar o algo. Pero luego lo vi bien y sí me la pelaba, pinche cabrón todo flaco, ojeroso y pálido. Bueno, el punto es que me seguía, pero había gente alrededor, así es que no me preocupé y además no me faltaba mucho para llegar aquí, pero en eso que me da sed y ya sabes de que sed estoy hablando, así es que desvié unos metros de mi camino para surtirme de chelas.
—Y estoy muy agradecida por esa decisión —Cynthia alza su lata de cerveza y Diego hace lo mismo.
—Tsss ya te la sabes. Bueno, el caso es que entro a la tienda ¿no? y ahí estoy seleccionado el elixir adecuado, abriendo el refrigerador, a gusto, tomándome mi tiempo, todo chido, y de la nada siento como si alguien comenzara a olfatearme la nunca, así como un perro, estoy seguro de que hasta me babeó.
—¡No mames qué asco!
—Ni me digas, por eso entré en chinga al baño a ponerme jabón en la nuca y cuello. Nada más de acordarme se me revuelve el estómago. Bueno te decía, pues obvio era este cabrón que me venía siguiendo, no sé cómo logró entrar tan rápido a la tienda, o sea, eran demasiados metros de distancia hasta la tienda, llegó en segundos. Me sacó de pedo verlo ya de cerca ¿sabes? Y luego el olor, no mames Cynthia, nunca había olfateado semejante peste en toda mi vida y aparte el demente comenzó a hablarme en un idioma muy raro sin despegar los ojos de encima, sus ojos todos rojos y enormes, además, se le veían todas las venas marcadas de la cara, estaba enfermo o drogado o algo.
—Y ¿Qué hiciste? —preguntó instigada Cynthia, quién ya había terminado con su cigarro y estaba muy atenta al relato de su amigo.
—Lo empujé tan fuerte que se cayó sobre el anaquel de las papitas de la tienda —Diego suelta una risotada que aliviana el relato, Cynthia también ríe— después de eso salí en chinga, le pagué al de la tienda antes de que me comenzara a gritar y me fui a la verga, pero no mames Cyn, o sea, algo que no se me pude quitar de la cabeza es que al arrojar a ese cabrón al suelo me dedico una sonrisa, o sea el pendejo estaba sonriéndome de oreja a oreja. Wey enfermo.
—Pinche Diego, solo te pasan estas pendejadas, te topas con cada tipo raro —dijo Cynthia mientras se levantaba del sillón y tiraba su lata de cerveza a la basura— pero eso sí, tienes cada relato, contigo no me aburro nunca.
—Por lo menos de aburrido no me van a acusar —dijo Diego mientras levantaba las manos y se señalaba con ambos pulgares.
—Bueno pues, ya me voy a dormir y te recomiendo que hagas lo mismo.
—Ya te la sabes, chido por escuchar mis desgracias y te veré y escucharé de nuevo cuando… —Cynthia interrumpió a Diego antes de que terminara de hablar.
—Cuando llegue el amanecer, sí, ya lo sé. No entiendo por qué siempre dices eso.
—Me lo decía mi abuela, decía que era para desear una buena noche a los seres queridos y tener la fortuna de tener otro día para verlos. Algo así.
—Oye ¿Quién lo diría? Hasta parece que tuviste una infancia normal y llena de cariño —Cynthia se aleja de la sala, riéndose, para luego abrir la puerta de su cuarto.
—Pinche morra, yo que te abro mi corazón y tú le das de pisotones.
—Buenas noches, ridículo.
—Arre pues.
Cynthia y Diego fueron a dormir a sus respectivos cuartos, las luces se apagaron en ese departamento, solo quedó la débil luz que alumbraba la puerta principal. Cynthia había tenido una semana muy pesada en el trabajo, su jefe se había comportado como un idiota y se estaba planteando la idea de renunciar, pero la paga era buena y no quería sufrir buscando otro trabajo los próximos meses y ajustarse a un presupuesto limitado. Estaba muy tensa, pero se sintió agradecida por esa charla con Diego, se distrajo, se sorprendió, pero sobre todo se río, y le hacía falta la risa. Esa noche cayó rendida en cuanto se acomodó en su cama y su sueño fue profundo, muy profundo, hasta que un ruido la despertó. Se sintió atontada en un principio, luego vio su reloj y eran las 2:45 de la mañana, se molestó mucho, pensó que sería una buena noche de descanso, pero no sería así. Había alguien en la sala, escuchaba los pasos y pensó en su amigo.
—Diego ¿es en serio? Para la próxima mejor te digo que por favor hagas un pinche desmadre en la madrugada, que tienes mi bendición, pendejo. —Se quejó Cynthia entre murmullos.
Pero algo extrañó a Cynthia, escuchó claramente como la puerta del departamento se abría y luego se cerraba. Estaba confundida, Diego solía invitar a amigos y amigas a dormir, pero era muy raro que llegaran tan tarde. Cynthia luego regresó a su enojó, hablaría con Diego muy seriamente en la mañana, a una hora decente, por lo pronto trataría de dormir, así es que se enrolló en su sabana y se giró en su cama. Se acomodó lo suficiente y sintió el cansancio en sus ojos, se relajó, el sueño profundo regresaría por ella y descansaría.
Hasta que el rechinido de la puerta de su cuarto la hizo sobresaltarse y la adrenalina se disparó en todo su cuerpo y se giró de inmediato en dirección a la puerta de su cuarto. Sin prender la luz, pudo ver claramente la silueta de Diego dentro de su habitación. Cynthia apretó los dientes, estaba enojada, molesta y muy indignada.
—¿Qué te pasa imbécil? —Le gritó Cynthia a Diego, esperando una explicación, una respuesta, una justificación, pero no obtuvo nada.
Cynthia vio los ojos de Diego completamente abiertos, mirándola. La expresión de su rostro no decía nada, estaba raro, como absorto.
—¿Diego? —había un tono de súplica en la voz de Cynthia que evidenciaba el miedo que comenzaba a crecer dentro de ella.
Pero Diego seguía absorto, su mirada no se despegaba de Cynthia. Sin decir nada, sin mencionar una palabra a pesar de la oscuridad que reinaba en ese cuarto, Cynthia pudo notar la fuerte tensión que tenía Diego en su rostro, como si algo lo estuviera forzando y hacia un gran esfuerzo por salir de aquella prisión que lo tenía atrapado. Un extraño olor penetró la habitación, era un olor agrio, viejo y podrido, a Cynthia se le revolvió el estómago.
—Diego, por favor, di algo. Me estás asustando.
Cynthia, entonces, vio el principio del fin en una lagrima que recorría el ojo derecho de su amigo y que se deslizaba por su rostro hasta escapar y caer al suelo. Algo estaba atrás de su amigo, una sombra, y esa misma sombra comenzó a crecer y a crecer, dentro de ella se asomaban dos colmillos muy blancos, pálidos, afilados. La sombra creció tanto que alcanzó el techo, las paredes, el suelo, todo lo ensuciaba con su oscuridad. Cynthia comenzó a temblar sin control, ya solo podía ver la cabeza de su amigo levitar entre aquella oscuridad, su cuerpo había sido cubierto en su totalidad por la sombra. Diego no paraba de llorar, pero logró salir del control de aquella cosa que lo aprisionaba, solo por unos segundos.
—Te veré y escucharé de nuevo cuando llegue el amanecer —esas fueron las últimas palabras de Diego.
La cabeza de Diego dio una vuelta, y luego otra antes de estrellarse contra el suelo. Cynthia escuchó como se partía el cuerpo de su amigo, se desmembraba y se consumía. Luego, la sombra, cubrió la cabeza de su amigo que yacía en el suelo, cubrió la cama, cubrió lo que restaba de la habitación y Cynthia comenzó a gritar como nunca lo había hecho en su vida, pero ese grito también fue devorado por aquella oscuridad, por aquellos colmillos.
El amanecer nunca llegó para Diego y Cynthia.