Diagnóstico. Tercera parte.
Continuación de Diagnóstico segunda parte. Lo pueden encontrar dando click aquí.
—¿Por qué huiste Daniel?
Nota: Desde que inició la sesión he tratado de acercarme a Daniel, en específico sobre “el incidente” cómo lo llama su madre. Realice 5 veces la pregunta y Daniel me ignoró, ahora si presentaba un cuadro de ansiedad desde que llegó al consultorio.
—Yo no lo hice, pero da igual que expliqué eso.
—Daniel, ya sabes que puedes contarme cualquier cosa. No lo mencionare ante tus padres.
Nota: Daniel arañaba el sillón constantemente, algo quería mencionarme, pero él mismo reprimía esa idea.
—¿Alguna vez se ha sentido atrapado? ¿Cómo en uno de esos laberintos que hay en los juegos?
—¿A qué te refieres exactamente?
—Sí, a esos grandes laberintos con largos corredores, vueltas y vueltas, estrechos, confusos.
—Mmm creo que ya te entiendo, como si caminaras y caminaras, no sientes que avanzas, solo que te pierdes cada vez más dentro del laberinto. ¿A esa sensación te refieres?
—Sí, no es que esté atrapado en uno o haya estado. Es solo la sensación, como usted la describe. Es bueno con eso.
—Gracias Daniel, cuéntame un poco más de esa sensación por favor.
—Es lo que he sentido desde hace tiempo en la casa. Me siento atrapado, sofocado y antes de que piense mal, no es por mis papás, ellos no han hecho nada malo. Solo se preocupan mucho y a veces gritan y se desesperan por eso mismo. Pero yo me muevo de mi cuarto a la sala, de la sala a la cocina, de la cocina a la escalera, de la escalera al estudio, del estudio al jardín y ahí contemplo el viento soplando a través de los árboles, me gusta eso, pero sé que a mis padres les preocupa que me quede solamente en el jardín, entonces regreso a la casa y repito lo mismo.
—¿Es algo que haces varias veces al día?
—Sí, varias veces, depende del día. Hay algunos en los cuales el sentimiento es peor. Mi madre no se da cuenta, solo se fija cuando estoy en el jardín, cuando recorro toda la casa piensa que estoy bien, en movimiento y curioso. Pero no es así, me siento atrapado, como en un laberinto y no encuentro la salida.
—Entonces el otro día que huiste…
—Yo no huí, eso no fue lo que pasó.
—Discúlpame, podrías explicarme mejor eso.
—Yo fui con ella, no estaba huyendo, la escuché llorar y fui con ella.
—A la mujer te refieres. La mujer que llora y que puedes escuchar.
—Sí, a ella.
Nota: Los padres de Daniel lo encontraron caminando por la calle en un rango de 20 cuadras lejos de la escuela. Estaba con el brazo derecho alzado, como si agarrara la mano de alguien, parecía somnoliento, un poco fuera de si mismo. Los padres lo trajeron al siguiente día, tengo que retomar una conversación con ellos.
—¿Buscabas consolarla, Daniel?
—Sí, no sé. Solo quería ayudarla, fue muy raro. Cuando la escuche llorar era como si se abriera la salida del laberinto, ya no me sentía atrapado. Yo no estaba huyendo.
—Sigues sin saber por qué llora.
—No, todavía no, solo lo que le dije la primera vez que vine.
—Hay otra cosa.
—Dime.
—El otro día que llegaron mis padres de verte, estaban alterados, mi padre gritaba mucho y mi madre lloraba. Los escuche hablar, de la casa, de mi abuelo, del hermano de mi padre.
—Ya. ¿Fue una sorpresa para ti escuchar esa conversación?
—Un poco. Ya conocía algo de la casa, mi padre hablaba poco y ahora entiendo. Pero entiendo más sus reacciones.
—Es por eso por lo que dejo de jugar contigo, tiene miedo. Tu padre no sabe como manejar lo que siente, vivió una experiencia muy fuerte de niño y eso lo marcó. Y en cierta manera no ha dejado ir ese evento, ha crecido dentro de él durante todos estos años. Piensa que te puede pasar algo similar y eso lo aterra.
—Pero yo sé que también la escuchan llorar, también mi madre. No va a pasarme algo igual, de eso estoy seguro.
—Daniel, tenemos que hablar del estado en el que te encontraron tus padres cuando caminabas.
—No, no quiero.
—¿Es algo que te molesta?
—No, usted va a decirme que ella no existe. Vamos a llegar a esa platica en donde me dice que estoy alucinando, ya me lo han dicho.
—Daniel, lejos de cuestionar la existencia de la mujer que llora, lo que me preocupa es el aparente estado de trance en el que estabas. Por favor, cuéntame los momentos antes de que la escucharas llorar, no voy a emitir ningún juicio sobre ella. Lo prometo.
Nota: Daniel comenzó a sobarse los brazos con ambas manos, al principio pensé que podría ser frío pero el aire acondicionado se encontraba apagado. Estaba abrazándose a el mismo, tiene miedo.
—Desde que desperté esa mañana tenía mucho frío, no lo quise decir a mis padres, no quería preocuparlos. Fui a la escuela y el frío continuaba, pero trataba de ignorarlo. Fue la hora del recreo y salimos todos, no tenía ganas de jugar, no me sentía bien pero entonces este nuevo chico se me acercó.
—¿Nuevo chico dices?
—Sí, nunca lo había visto antes. La escuela no es muy grande, somos grupos pequeños y de vista identificó a casi a todos, siempre ando buscando nuevas caras cuando regresamos de vacaciones, pero a él no lo ubicaba.
—Entiendo, y este nuevo chico ¿Te dijo algo?
—Me preguntó si quería jugar, y eso hicimos un rato. El frío se me quitó.
—¿Tiene nombre tu nuevo amigo?
—No se lo pregunté, perdón.
—No te preocupes Daniel, no tiene importancia, era para referirnos a él por su nombre. Continua.
—Jugamos un buen rato y fuimos a las jardineras que se encuentran cerca de la entrada principal de la escuela y vi algo que me asustó mucho.
—¿Qué viste Daniel?
—Entre las Jardineras había una serpiente, bueno, nunca he visto una en mi vida así directamente, solo en las películas y programas de la televisión. Me impresione mucho. Era muy grande y verde.
—Wow, ¿y llamaste a algún maestro?
—Eso iba a hacer, pero mi amigo se acercó con la serpiente y no le pasó nada. La acarició y la serpiente después salió de la jardinera hasta la calle. Yo seguía muy impresionado, sobre todo por lo que hizo este chico, después sonó el timbre y tuve que regresar a mi salón, me despedí de mi nuevo amigo y quedamos en jugar al día siguiente, él aceptó. Todo pasó normal, pero me di cuenta de que el frío volvía poco a poco y entonces la escuché, cerca del timbre de salida, la escuché de nuevo. No me había sucedido eso, escucharla fuera de la casa, del jardín. Estaba llorando muy fuerte, me dio mucha pena. Al salir y esperar a mi mamá pasó algo que me di mucho gusto. Pude verla, la mujer que lloraba, por fin pude verla.
—Por favor sigue Daniel, cuéntame ¿cómo es ella?
—Es muy bonita, tiene un largo vestido blanco y ojos negros. Cabello largo muy bonito y fino, una cara de muñeca, pero estaba muy triste, tenía los ojos llorosos y me estaba viendo a mí, solo a mí, me dio mucho gusto.
—¿Qué te viera solo a ti?
—Sí, me sentí muy feliz. Pero después de eso ya no recuerdo nada. Solo a mi papá gritándome, llamándome por mi nombre. Yo estaba lejos de la escuela, de mi casa. No entendía que pasaba, me asusté mucho.
—Daniel, no tiene nada de malo tener miedo. Lo qué te pasó asustaría a cualquiera y has sido muy valiente en contarme lo que ha ocurrido, veo que te ha costado trabajo hacerlo.
—Me da mucha pena.
—Conmigo aquí estas seguro.
Nota: La sesión terminó y Diana, la señora Rojas, pasó por Daniel. No tuvimos tiempo de platicar en el consultorio porque llevaban mucha prisa, al parecer Daniel tenía cita con su doctor de cabecera, querían asegurarse por todos los medios posibles que la causa del malestar de Daniel fuera un asunto psicológico y no fisiológico. Antes de cerrar el consultorio decidí hacer una llamada por teléfono, pero poco sabía que llamaría a mitad de una tormenta familiar.
Aquí el extracto de esa llamada:
—Señora Rojas, soy Ignacio el psicólogo de Daniel… ¿señora rojas? ¿Me escucha?
—¡Por el amor de dios Ricardo, estás vuelto loco! Lo que dices no tiene sentido, no puede ser posible, entiende por favor. Déjame contestar esta llamada, Ricardo el niño te va a escuchar, por favor deja de gritar.
Nota: Tal como lo dijo la señora Rojas; su esposo parecía muy alterado del otro lado de la bocina.
—Discúlpeme Señora Rojas, quizá sea mejor que hablemos en otro momento.
—No, no por favor. Necesitamos hablar, esto ya se encuentra fuera de control.
—¿Dijo algo el doctor que revisó a Daniel?
—No, no es eso. El doctor lo encontró bien, luego le harán estudios para estar seguros, no se trata de eso. Daniel nos habló con detalle del incidente, se sintió con mucha confianza después de platicar con usted, pero ahora él está encerrado en su cuarto sin hablar con nosotros y Ricardo está vuelto loco.
—¿Qué fue lo que ocurrió con el relato de Daniel?
—Todo iba bien hasta que nos contó sobre la serpiente, Ricardo se comenzó a poner muy nervioso y entonces le preguntó cómo era ese chico y…¡Ricardo por el amor de dios qué no ves que es…!
—La serpiente, mi hermano también vio a una serpiente antes de desaparecer, una maldita serpiente, es lo mismo otra vez. ¡Estamos malditos, yo maldije a mi hijo!
—¿Señor Rojas? Por favor, no hay que precipitarnos. Todo tiene una explicación, por favor trate de tranquilizarse.
—Ese chico con el que estuvo hablando mi hijo, con el que estuvo jugando y después acarició a la serpiente. ¡Ese chico es mi hermano!
—Pero ¿qué es lo que dice?
Nota: La señora Rojas tiene razón esto ya esta alcanzando otros niveles. El centro de todo esto es sin duda el padre, está viéndose afectado por una tragedia de hace muchos años. Detonado por ciertas similitudes con su hijo; está volviendo a revivirlo todo otra vez, estoy muy sorprendido que de cierta manera el señor Rojas sepultara durante tanto tiempo el trauma vivido sobre su hermano y estallara (por así decirlo) hasta ahora. Necesito más información sobre otros posibles incidentes antes de lo que ocurrió con Daniel y adentrarme a la historia familiar del señor Rojas, pero estoy adelantándome mucho. Lo que decía el señor Rojas sobre su hermano (no es necesario para este diagnóstico transcribir toda la llamada) es que el chico con el que habló su hijo durante el recreo era en efecto su hermano desaparecido. A la conclusión se llegó por la descripción del chico, altura, color de cabello, ojos, color de piel. Incluso la vestimenta concuerda con la que llevaba el hermano el día de su desaparición, todo concuerda ante los ojos del padre, para él no hay duda de que el niño misterioso es su hermano desaparecido, aunque no tenga ninguna lógica y sentido. Cabe señalar que no llegaron a la parte de la mujer, el padre se puso tan histérico que Daniel perdió la confianza con ellos y no les dijo más. Esto tengo que hablarlo con los padres, quizá las coincidencias den para este tipo de alucinaciones, sin embargo, estoy preocupado porque existe la posibilidad que haya algo de cierto en todo esto y quizá Daniel pueda correr peligro de algún captor, precisando, de la mujer que dice escuchar y ver. Tengo que actuar rápido, siento que el tiempo se está agotando.
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