Afuera de mi ventana
Pasan las dos de la mañana y hay un monstruo afuera de mi ventana.
Es delgado, parece de madera, se encuentra todo astillado. Es muy alto y cuelga desde la azotea con una mano y con la otra con sus dedos afilados y puntiagudos golpea gentilmente el cristal de mi ventana.
Quiere que lo deje entrar, quiere charlar o quizá jugar. Cuando lo ignoro es cuando se pone a cantar.
Canta sobre el tiempo que se vuelve una bestia que constantemente se contrae, una bestia que se confunde así misma y suele perder su identidad. No sabe si es, fue o será. Devora todo en su ansiedad, le da lo mismo lo que sea con tal de tragar.
Ese canto sobre el tiempo por la boca del monstruo que golpea fuera de mi ventana me vuelve loco, me aterra, sé entonces que la noche no será grata. Me hace preferir dejarlo entrar a charlar o jugar que dejarlo cantar fuera.
Giro la perilla y afuera ya se dibuja una sonrisa pálida que se estrella en la noche. Abro la ventana y el viento agrio se cuela, el monstruo astillado con sus largas manos y patas entra contento. Esta noche quiere que hablemos, pero me promete que no será sobre el tiempo que se convierte en bestia. Es sobre otra cosa.