Las alimañas siempre han existido, rastrearas y gritonas ellas son y ellas serán por siempre. Cuando yo no tenía más estatura que una lapida, ellas ya se arrastraban y comenzaban a emitir sus chillidos, que durante ese tiempo me eran muy curiosos sus sonidos.

Las alimañas se arrastran por las sombras ya que desde las sombras nacen, gritan porque están ciegas, gritan porque están furiosas, te gritan porque te odian.

Cuando alcance la estatura de una lapida note algo, y es que las alimañas ya habían crecido también, las muy curiosas ahora gritaban mas enojadas, las muy desgraciadas ahora eran demasiadas.

Un día, al ver que las alimañas se desbordaban por las sombras de la casa, decidí que,  buen momento era, de hacerles saber a mis padres de su curiosa pero muy  chillona existencia.

Fui con mamá y papá,  para hablarles de las alimañas, pero mamá se la pasaba viendo a las aves, además que sorda era, no me entendió, trate con papá, pero papá solo habla con la gente que está debajo de las lapidas, no me escucho.

Cuando alcance la estatura de dos lapidas juntas, las alimañas ya eran demasiadas, inundaban toda la casa, la llenaban de gritos y desesperanza. Las alimañas se me trepaban en la cabeza y me chillaban al oídio, las alimañas me acompañaban todo el tiempo, todo el tiempo estaban conmigo, no sé qué pasó un día, si las alimañas aprendieron mi idioma o si yo aprendí a descifrar sus chillidos.

Escuche sus gritos, escuche su enojo, escuche su odio, escuche su canto, entendí su fastidio.

Las alimañas quieren que yo viva con ellas, quieren ser acompañadas, demandan mi compañía con ellas para hoy y siempre, quieren que baje a las sombras de donde vienen ellas, quieren que me acueste debajo de una lapida.

Las alimañas siempre han existido, rastreando y gritando, ellas son y ellas serán, por siempre estarán, de las sombras saldrán, chillando las escucharas, arrastrándose las veras.