El monstruo…

El monstruo…

El monstruo sentado estaba, desde su trono hablaba, lo hacía cantando y silbando.
Me pedía con mucha melodía, que le trajera a un amigo y que a cambio el velaría por mí, nada me faltaría, no me sobrarían las penas y las desgracias.
“Tráeme a un amigo mi niño, tráeme alguien con quien estar y ser, tráeme a alguien que me enseñe y muestre quien soy, ten bondad y tráeme a un amigo”
El monstruo que sentado estaba, desde su trono claro estaba, llevaba muchos años tratando de descubrir quién o qué era él y la mejor manera de responder a sus cuestionables pero no por ello dudables preguntas, era consiguiéndole un amigo, con quien estar y ser para toda la eternidad.
Salí entonces, en la búsqueda de aquel dichoso ser, que quisiera pasar una eternidad enseñándole al monstruo quien era, alguien de buen corazón. Tenía que hacerlo, debía hacerlo, puesto que yo, no tengo el suficiente corazón que necesita el monstruo que siempre está sentado, ni una eternidad sería suficiente para mostrarle al monstruo que sentado estaba quien era.
No soy ni seré nunca lo suficientemente bueno para el monstruo que sentado esta, ese don solo lo tiene la gente de corazón bueno y una persona de buen corazón será la que le traeré a aquel monstruo que una eternidad lleva sentado, buscando y tratando de encontrar respuestas que no logra encontrar.

El monstruo sentado estaba, desde su trono hablaba, lo hacía cantando y silbando.

Me pedía con mucha melodía, que le trajera a un amigo y que a cambio el velaría por mí, nada me faltaría, no me sobrarían las penas y las desgracias.

“Tráeme a un amigo mi niño, tráeme alguien con quien estar y ser, tráeme a alguien que me enseñe y muestre quien soy, ten bondad y tráeme a un amigo”

El monstruo que sentado estaba, desde su trono claro estaba, llevaba muchos años tratando de descubrir quién o qué era él y la mejor manera de responder a sus cuestionables pero no por ello dudables preguntas, era consiguiéndole un amigo, con quien estar y ser para toda la eternidad.

Salí entonces, en la búsqueda de aquel dichoso ser, que quisiera pasar una eternidad enseñándole al monstruo quien era el, alguien de buen corazón. Tenía que hacerlo, debía hacerlo, puesto que yo no tengo el suficiente corazón que necesita el monstruo.

No soy, ni seré nunca, lo suficientemente bueno para el monstruo que sentado esta, ese don solo lo tiene la gente de corazón bueno y una persona de buen corazón será la que le traeré a aquel monstruo que una eternidad lleva sentado, buscando y tratando de descifrar respuestas que no logra encontrar.

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