
Un cuarto negro.
No recuerdas.
¿Cuándo llegaste aquí?,
¿Cómo llegaste aquí?
Estás en el piso, mareado, confundido y un leve zumbido que va desde el oído al centro de tu cabeza comienza a preocuparte.
Te levantas y las piernas te tiemblan, sientes como algo, que te quema, baja de tu garganta y se instala en tu estómago, tienes nauseas. Tus ojos todavía no se han acostumbrado a la oscuridad, pero poco a poco comienzas a distinguir formas, siluetas de cosas, cosas que se mueven, cosas que sugieren formas, formas de cosas que no deberían ser.
Escuchas, algo cruje en las paredes. Escuchas, algo aúlla a la distancia. Entonces, distingues una tenue y blanca luz colándose tímidamente por lo que parece ser una ventana en un rincón de donde te encuentras. La única luz, la claridad. Observas a través y afuera árboles torcidos y secos cuales manos retorciéndose escupidas de la tierra se forman a través de un campo sin fin.
Un cuervo postrado en una rama con sus grandes ojos te observa, en el pico sujeta una pequeña hoja de papel, parece ser una nota, un mensaje. Abajo, en aquella tierra negra y agrietada comienza a desprenderse una neblina que avanza, colándose por la ventana, te apartas, pero en la neblina distingues rostros que cambian y se disuelven formando otros rostros.
Te giras, buscando una salida, pero no encuentras una. Sientes como un sudor frío te recorre la espalda y tus pensamientos se agolpan y tropiezan uno tras otro en tu cabeza. En el centro de aquél cuarto distingues algo, mientras el cuervo grazna y la neblina espectral te envuelve. Una silla y un pequeño escritorio. Delante, un espejo clavado en la pared, te acercas, hay una máquina de escribir en el centro de ese escritorio, recuerdas la máquina, es la misma que tenía tu padre en su oficina, recuerdas el golpeteo de las letras, recuerdas como, de niño, apretabas varias letras al mismo tiempo y se amontonaban sin formar palabras.
Algo familiar, algo que te recuerda al hogar.
Quizá algo que te haga regresar.
Te sientas; te observas en el espejo pero en la oscuridad y con tan poca luz solo distingues una sombra en el reflejo. Encuentras papel para la máquina, lo colocas, aprietas una tecla y luego otra, el golpeteo te calma.
Comienzas a escribir.
El cuarto se llena de neblina y espectros.
El cuervo no deja de graznar.
2 comentarios en "Un cuarto negro."
Me recuerda mucho a lo que sentía cuando jugaba Alan Wake. El ambiente y las imágenes que me provocan
Sí, cuando lo escribí también recorde un poco del juego. Inspiración inconciente.