Octubre y 11 meses despues…

Octubre y 11 meses despues…

Tal vez se deba a que anuncia el fin del año o quizá por sus atardeceres endulzados con el caer de las hojas, pero octubre de una u otra manera siempre ha acentuado las cosas.

Profunda tristeza, decaimiento anímico, baja autoestima, pérdida de interés por todo y demás maravillas. Puedo arrojar datos, progresos, reportes psicológicos o extractos de estudios recientes y aún así me quedaré corto al hablar del tema. Siempre nos quedaremos cortos al hablar de la depresión. Pero en un afán de exorcizarme este mes, le escribiré unas líneas al tema, esperando que el eco de mis palabras resuenen fuera de este texto.

Tengo 36 años y desde los 14 he tenido depresión o por lo menos fue hasta ese entonces que supe lo que era —un profesional lo dictaminó— la melancolía fue algo que siempre estuvo durante mis pensamientos de pequeño, aunque pensaba que así era para todos, incluso lo seguí pensando años después ya entrando a mi fabulosa pubertad. Pero había días en donde la tristeza reinaba, aunque no hubiera un evento catastrófico a la vista, todo por fuera parecía normal, pero por dentro algo no estaba bien. Ahora ya puedo armar una mejor narrativa de lo que pasó, a la distancia se ven las cosas un poco más nítidas.

Mi padre reprimió siempre la idea de que su primogénito estuviera “deprimido” afirmaba que esas cosas eran pasajeras y que yo no podía tener problemas lo suficientemente serios para caer en ese estado. Entonces, no sólo me sentía deprimido, también me sentía como un imbécil exagerado, que no sabía nada de la vida. Mi padre tenía razón en algo, no sabía nada de la vida y sigo sin saber mucho actualmente. Pero ahora las cosas son distintas, veo que mi padre también ha lidiado con la depresión durante toda su vida, lo hicieron sus hermanos, algunos primos lejanos y es algo que siempre ha estado presente de manera difusa en la familia. Tan difuso como un espectro que siempre te acompaña, pero hay días que lo percibes tan translúcido que decides ignorarlo, aunque siempre y constantemente te susurre palabras heladas al oído.

Podría contar toda mi historia hasta el punto de estar escribiendo este texto, pero la idea se perdería o por lo menos eso pienso. Solo agregare que me tomaron diez años continuos de terapia para poder lidiar con esto, todavía lo hago, no es algo que se quita del todo, se vive con ello, se aprende a vivir con ello.

Todavía nos dista mucho de entender la depresión y a quien la padece. Por ejemplo: alejándome de la idea familiar que ya comenté, mis amistades o por lo menos la mayoría, nunca supieron que hacer o decirme, a veces es como si les dijera que tenía lepra y se alejaban o decían cosas como: No estés deprimido, la vida es chida. Ánimo, todo mejora con buena actitud. Échale ganas, que no gane la tristeza.

Entiendo que su intención fuera buena, pero de nuevo, me sentía como un imbécil, como alguien ingrato y anormal que no tenía razones aparentes para sentirse como me sentía, la mayoría de veces asentía con una sonrisa, pero no comentaba mucho después de semejantes consejos. Ante tales situaciones creo que no es necesario decir algo, no siempre existen palabras que se ajusten a la situación o quizá las dicen porque el silencio les es incómodo, pero muchas de estas palabras son cosas que escucharon en otro lado, en algún programa de televisión, con su familia o amigos, estas frases suenan huecas y se resienten más cuando resuenan cual eco en el vacío interno que causa la depresión.

La depresión puede darse por muchas cosas (soledad, estrés postraumático, esquizofrenia, ansiedad, etc.) incluso se da sin alguna razón aparente. Muchas veces también esta se evade, se esconde detrás del closet aparentando que no existe, que no es real, ya que afrontarla llevaría una serie de preguntas, un examen de introspección o en dado caso terapia y vaya que sería un horror confiarle nuestras cosas a un extraño; entonces la depresión se queda ahí, detrás del closet, pero esta de adhiere a la pared y como plaga se esparce por el techo hasta cubrir todo el cuarto, uno duerme, despierta, respira con esto todos los días y asume que la vida es así, que cargar con esto debe de ser así.

Lo que habita en nosotros, lo que yace dentro de ese abismo que decidimos llenar con aspiraciones sociales, dinero, vicios, sexo, adicciones, familia, trabajo, éxito, nunca se llenará, nuestros huecos son nuestros, no de nuestra pareja, nuestros padres o amigos. Y en un mundo donde nos enseñaron a no hablar de lo que nos entristece y ponerle buena cara a la adversidad, se vuelve complejo. Todos los días vemos a través de una pantalla a gente feliz, gente exitosa, parejas y familias unidas, sonrisas muchas sonrisas, parece que hay un culto a la felicidad expuesta, una carrera contra nadie sobre quien es más dichoso.

La existencia demostrada a través de la exposición; las cosas personales se exhiben cual trofeos y en cierto caso también la tristeza y la ansiedad, me pregunto a veces si la misma exposición no hace que todo esto sea más que una simulación para esconder algo y en ciertos casos invalida la misma emoción que se expone.

Las sombras nos acorralan, los fantasmas de nuestra mente nos confunden, la depresión nos aísla en uno de los rincones más oscuros de nosotros mismos.  Enfrentar nuestras sombras es difícil, complejo y sin dudas escalofriante. Nadie puede verlas y sentirlas como nosotros, nadie las conoce como nosotros. Nos consumen y puede que consuman nuestra vida, pero hacerles frente puede que sea lo mejor que hagamos por nosotros mismos mientras estemos vivos.

Porque al final de todo es más fácil quedarse con el miedo y acostumbrarte a él, acostumbrarnos a hundirnos poco a poco en nosotros mismos, tan lento que no nos damos cuenta, tan lento que pensamos que está bien.

Echarle ganas no lo resuelve.

Poner buena cara cuando estás roto por dentro no lo resuelve.

No hablar de eso y esconderlo muy dentro de nosotros no lo resuelve.

Buscar ayuda y reconocerlo quizá sea el primer paso de muchos para resolverlo.

Resolvernos.

 

 

Ilustración por Angello Dallen angelodallen@gmail.com

 

 

4 comentarios en "Octubre y 11 meses despues…"

  1. Y resolvernos sin duda alguna debería ser el paso más importante hacía nosotros mismos.
    Cuando se vuelve una maraña más allá de nuestra comprensión, cuando te acostumbras a
    cargar con ese lado que te esfuerzas tanto por reprimir se borra la delgada línea entre
    el ser humano y la personalidad.
    “es ese tipo de cosas que esperar el momento correcto para decirlo significaría esperar para
    siempre”
    “¿Cómo algo puede estar presente y desaparecer de repente? ¿Cómo nos perdonamos por todas
    aquellas cosas que no logramos hacer?” (14 lines from love letters or suicide notes by Doc Luben)

    No nos queda más que enfrentarlo, sin ignorar, sin tenerle miedo o acostumbrarse a este.
    Ponerle buena cara no ayuda en nada, pero tampoco dejarlo dentro de nosotros mismos;
    Es sin duda una constante de incertidumbre pero al final no nos queda más que tomar nuestros
    pedazos rotos y encontrarnos de nuevo.

  2. Definitivamente la depresión, solo la entiende el que la ha tenido, quién ha estado bajo su sombra y creo que es muy difícil que pueda alguien entenderla desde otra visión total y completamente diferente; -¡mira todas las bendiciones que tienes!- pero cuando estás tan lejos de darte cuenta, resultan inútiles las buenas intensiones.

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